“Basilio santo, nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”; con estas palabras, San Gregorio Nacianceno describió a quien fue su gran amigo, San Basilio Magno. La Iglesia recuerda a ambos santos por su defensa de la fe en contra de las herejías que negaban la divinidad de Jesús; y los celebra unidos, el mismo día, cada 2 de enero.
San Basilio
San Basilio nació en Cesarea (Asia Menor) alrededor del año 330, en una familia que floreció en frutos de santidad. Sus hermanos fueron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre fue San Basilio, el Viejo; su madre, Santa Emelia, y su abuela, Santa Macrina.
Su compañero de estudios e inseparable amigo fue San Gregorio Nacianceno. Cuando San Basilio se encontraba en la cúspide de la fama profesional, sintió un gran impulso por abandonar el mundo. Necesitado de ayuda y orientación, acudió a su hermana, Santa Macrina, quien vivía apartada del mundo, en compañía de su viuda madre y de otras mujeres.
Basilio pidió el bautismo, y como nuevo cristiano se dedicó a buscar el lugar que Dios quería para él. Visitó algunas comunidades cristianas pero decidió vivir en soledad en un sitio agreste, entregado a la plegaria y el estudio. Con el tiempo, se le unieron algunos discípulos y con quienes formó el primer monasterio del Asia Menor. Sus enseñanzas fueron decisivas para la comprensión del estilo de vida monacal y se ponen en práctica hasta hoy, especialmente, entre los monjes de Oriente. Por estas razones, Basilio fue una de las influencias más importantes de San Benito, quien lo consideraba su “maestro”.
Al ser ordenado sacerdote, San Basilio fue animado por San Gregorio Nacianceno a que le ayude en la defensa del sacerdocio, la Iglesia y las verdades de fe. Fue nombrado primer auxiliar del arzobispo de Cesarea y, como muchos otros hombres conversos al cristianismo, usó la herencia que le dejó su madre para ayudar a los más necesitados. Él mismo se encargaba del reparto de comida a la entrada del monasterio, tarea que quedó plasmada en cierta iconografía que lo representa con una suerte de delantal de cocina y un cucharón en la mano.
A la muerte de su arzobispo, fue nombrado su sucesor, emprendiendo la tarea de defender la autonomía de la Iglesia frente al emperador Valente. Como arzobispo promovió la devoción a la Eucaristía y la necesidad de este sacramento en la vida del cristiano. Partió a la Casa del Padre el 1 de enero del año 379.
San Gregorio
San Gregorio Nacianceno nació en Capadocia (actual Turquía), el mismo año que San Basilio. Su padre fue San Gregorio el Mayor, Obispo de Nacianzo; su madre Santa Nona y sus hermanos, Santos Cesáreo y Gorgonia.
Se unió a San Basilio en el deseo de ser fiel a Cristo en la vida solitaria, y, como él, también sirvió como sacerdote. Sin embargo, no todo sería cordialidad entre ambos, como a veces sucede incluso entre quienes son amigos. Hacia el año 372, San Basilio quiso consagrarlo obispo de Sasima. Aquella región constituía territorio en disputa entre las denominadas “Dos Capadocias”. Esto produjo tensiones entre ambos, que supieron superar años más tarde. Después de recorrer varias ciudades, San Gregorio se estableció en Constantinopla donde fue consagrado obispo. Como pastor, su fidelidad le valió numerosos sufrimientos a causa de difamaciones promovidas, paradójicamente, entre algunos cristianos y por los “ataques” contra la doctrina, promovidos por los herejes.
El Concilio de Constantinopla (381) confirmó las conclusiones y enseñanzas establecidas en el Concilio de Nicea en relación a las herejías que negaban la divinidad de Cristo. San Gregorio, en calidad de obispo de Constantinopla, se apoyó en el magisterio conciliar para fortalecer su propia enseñanza. Lamentablemente, sus enemigos pusieron en duda la validez de su elección, por lo que el Santo, para restaurar la paz, decidió volver a Nacianzo. Allí se convertiría en el nuevo obispo. San Gregorio partió a la Casa del Padre el 25 de enero del año 389 (c. 390).
San Basilio el Grande y san Gregorio Nacianceno
Obispos y doctores de la Iglesia. La protegieron del arrianismo. San Basilio fue ejemplar en la pobreza evangélica y la caridad
Basilio nació en Cesarea, la capital de Capadocia (actual Turquía), en el año 329. Tanto su familia paterna como materna habían sufrido persecuciones y, entre sus nueve hermanos, figuraron san Gregorio de Nisa, santa Macrina la Joven y san Pedro de Sebaste.
Su padre era san Basilio el Viejo y su madre santa Emelia. Su abuela, santa Macrina.
Grandes amigos
Comenzó su educación en Constantinopla y la completó en Atenas. San Gregorio Nacianceno, su compañero, se convirtió muy pronto en amigo para toda la vida. La Iglesia también celebra hoy su festividad.
Al acabar los estudios, regresó a Cesarea y fue maestro de retórica. Pero recibió una moción de Dios, que él recordó así:
“Un día, como si despertase de un sueño profundo, volví mis ojos a la admirable luz de la verdad del Evangelio…, y lloré por mi miserable vida”.
Decidió entonces servir a Dios viviendo la pobreza evangélica.
Estuvo en monasterios de Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, y aprendió cómo era la vida religiosa. Así, formó el primer monasterio del Asia Menor.
La herejía arriana se extendía y Basilio fue ordenado sacerdote en el año 363. El arzobispo Eusebio de Cesarea tuvo celos de él y Basilio decidió retirarse de nuevo.
Sin embargo, san Gregorio Nacianceno lo reclamó para que defendiera la fe. Basilio lo hizo cediendo todo protagonismo al arzobispo.
Fundó un hospital para los pobres
Y mientras, una terrible sequía dejó sin alimento a la población. Pero Basilio decidió poner el patrimonio familiar a la venta para hacer acopio de alimentos y distribuirlos entre los más necesitados. Organizó un sistema de cocinas ambulantes y él mismo servía comida. Más adelante fundaría un gran hospital para los pobres.
Arzobispo de Cesarea
Al morir Eusebio en el año 370, Basilio fue elegido arzobispo. Eso le enfrentaría al emperador Valente, que era arriano.
Valente quiso castigarlo con el exilio pero, en tres ocasiones, en el momento de firmar el documento se le partía la pluma de caña. El suceso hizo que, por miedo, el emperador decidiera no volver a inmiscuirse en los asuntos eclesiásticos de Cesarea.
Murió el 1 de enero del año 379, a los 49 años, agotado por su austeridad de vida y por su labor contra las herejías y los cismas de las Iglesias de Oriente.
San Gregorio Nacianceno, arzobispo de Constantinopla, declaró en el día del entierro:
“Basilio santo nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables.”
El Concilio de Calcedonia dijo poco después que “fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores.”
Basilio el Grande es uno de los tres Padres de la Iglesia capadocios junto con san Gregorio Nacianceno y san Juan Crisóstomo.
Santo patrón
San Basilio el grande es patrono de la Capadocia y de la dirección de hospitales.
Texto de san Basilio sobre la pobreza evangélica
“Según las palabras del Señor, no es conveniente ser rico, sino pobre: no juntar riquezas en la tierra sino en el cielo.
Indiferente y sana actitud hacia la riqueza es servirse de ella conforme a los mandamientos: esto para nosotros es útil en muchos casos, ante todo para purificar el alma de los pecados.
Nuestra mayor suerte no es pues, la abundancia en cosas temporales, sino que nosotros somos llamados a coparticipar en los verdaderos y eternos bienes.”
Una familia de santos
San Basilio, nacido en Cesarea en el año 329, pertenece a una familia de santos: su hermana Macrina y sus hermanos Pedro –obispo de Sebaste- y Gregorio de Nisa fueron también elevados a los altares.
El joven Basilio recibió de su padre los fundamentos de la doctrina cristiana; continuó sus estudios en Constantinopla y, después, en Atenas. Al mismo tiempo, cursó estudios de retórica, iniciando una brillante carrera. Pero pronto decidió abandonarla para seguir su verdadera vocación: aspiraba a una vida de silencio, soledad y oración.
Viajó durante mucho tiempo: primero por el Ponto, luego por Egipto, Palestina y Siria, atraído por la vida de los monjes y los ermitaños. A su regreso al Ponto, se encontró con un antiguo compañero de estudios conocido en Atenas, Gregorio de Nacianzo, con quien fundó una pequeña comunidad monástica basada en las reglas que Basilio había elaborado gracias a los conocimientos adquiridos durante sus viajes.
Contra el arrianismo
Entretanto, en Cesarea se afirmaba una nueva doctrina basada en la predicación de Arrio. Éste había sido condenado como hereje por el Concilio de Nicea en el 325; sin embargo, gracias al apoyo del emperador de Oriente, Valente, el arrianismo se difundió con rapidez por Siria y Palestina.
Basilio dejó la paz y la seguridad de su retiro para establecerse en Cesarea, donde fue ordenado sacerdote y luego obispo; y comenzó una lucha sin cuartel contra la nueva herejía, hasta el punto de merecer ya en vida el título de “el Grande”. Su lucha no se desarrolló solamente en el plano de la doctrina, sino también en el de la caridad. A los arrianos que sostenían que no hacían daño a nadie defendiendo sus posesiones, Basilio contestaba: “¿Qué es lo que te pertenece verdaderamente? ¿De quién has recibido eso que dices que es tuyo? Si cada uno se contentase con lo necesario y diese lo superfluo al prójimo, no habría más pobres”. A las puertas de la ciudad fundó una ciudadela de la caridad y la misericordia llamada por el pueblo “Basiliade” (la ciudad de Basilio) que comprendía orfanatos, hospitales y refugios.
El sucesor de Valente, el emperador Teodosio, apoyó la obra de Basilio, que consiguió ver la herejía arriana derrotada antes de su muerte, acaecida en el 389, a los sesenta años.
El amigo de toda la vida
Gregorio Nacianzeno, hijo de un presbítero, también tuvo una hermana, Gorgonia, y un hermano, Cesario, santos. Estudió en Atenas, donde conoció a Basilio, con quien hizo amistad y con quien fundó una comunidad de eremitas en Capadocia. Sin embargo, él también tuvo que abandonarla para asistir a sus ancianos padres.
Su padre, obispo de Nacianzo, quiso que fuera sacerdote, y lo ordenó en el año 361. Pero Gregorio, que no estaba seguro de su vocación, abandonó la ciudad para buscar el consejo de Basilio. Éste lo convenció para que regresara junto al padre con el fin de ayudarle en la difícil tarea de gobernar la Iglesia de Nanciano.
Más adelante, el emperador Teodosio envió a Gregorio a Constantinopla con el encargo de combatir la difusión de la herejía arriana. A su llegada fue acogido con una lluvia de piedras, por lo que se detuvo fuera de los muros de la ciudad, en una iglesita que dedicó a la Resurrección.
Gracias a su elocuencia y a la solidez de su doctrina, pero sobre todo gracias a su vida ejemplar, Gregorio consiguió que la ciudad regresara a la ortodoxia. A pesar de ello, no llegó a ser obispo de Constantinopla, debido a la oposición de una facción que le era contraria. Dejó la ciudad a la que había dedicado la vida con innumerables esfuerzos pronunciando un largo y conmovedor discurso de adiós.
A su regreso a Nanciano, se dedicó principalmente a la escritura; dejó una gran cantidad de versos de carácter espiritual. “Todo es fatiga para los mortales –escribió-, todo es burla, sombra, apariencia. Y que todo sea inestable, oh Verbo que nos has creado, se debe a tu sabiduría, para que aprendamos a dirigir nuestro amor a lo que es estable y firme”.