Lectura del Día 07/05/2025

 

Lectura del Día

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 

Hechos 8, 1-8

El mismo día de la muerte de Esteban, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y por Samaria.

Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entre tanto, Saulo hacía estragos en la Iglesia: entraba en las casas para llevarse a hombres y mujeres y meterlos en la cárcel.

Los que se habían dispersado, al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba ahí a Cristo. La multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los milagros que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados quedaban curados. Esto despertó gran alegría en aquella ciudad.

Evangelio del Día

Lectura del santo evangelio según san Juan

Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen. Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día”.

Palabras del Santo Padre

Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este encuentro ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (v. 35). Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de vida» nos ha sido dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez saciar el hambre espiritual y material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y su amor en medio de los hombres. Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su Hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura para la vida eterna. (Ángelus, 2 de agosto de 2015)


Vaticano
Tomado de: https://www.vaticannews.va/es/

Lectura del Día 06/05/2025

 

Lectura del Día

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 

Hechos 7, 51–8, 1

En aquellos días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: “Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, al que ahora ustedes han traicionado y dado muerte. Recibieron la ley por medio de los ángeles y no la han observado”. 

Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”.

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban.

Evangelio del Día

Lectura del santo evangelio según san Juan

Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.

Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.

Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.

Palabras del Santo Padre

Él, verdadero «pan de la vida» (v. 35), quiere saciar no solamente los cuerpos sino también las almas, dando el alimento espiritual que puede satisfacer el hambre profunda. Por esto invita a la multitud a procurarse no la comida que no dura, sino esa que permanece para la vida eterna (cf. v. 27). Se trata de un alimento que Jesús nos dona cada día: su Palabra, su Cuerpo, su Sangre. (…)  El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de amor. Que la Virgen María (…) nos sostenga en nuestro camino de fe y nos ayude a abandonarnos con alegría al diseño de Dios sobre nuestra vida. (Ángelus, 5 de agosto de 2018) 


Vaticano
Tomado de: https://www.vaticannews.va/es/

Lectura del Día 05/05/2025

 

Lectura del Día

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 

Hechos 6, 8-15

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos entre la gente.

Algunos judíos de la sinagoga llamada "de los Libertos", procedentes de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no podían refutar la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.

Entonces sobornaron a algunos hombres para que dijeran: "Nosotros hemos oído a este hombre blasfemar contra Moisés y contra Dios".

Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; cayeron sobre Esteban, se apoderaron de él por sorpresa y lo llevaron ante el sanedrín. Allí presentaron testigos falsos, que dijeron: "Este hombre no deja de hablar contra el lugar santo del templo y contra la ley. Lo hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret va a destruir el lugar santo y a cambiar las tradiciones que recibimos de Moisés".

Los miembros del sanedrín miraron a Esteban y su rostro les pareció tan imponente como el de un ángel.

Evangelio del Día

Lectura del santo evangelio según san Juan

Juan 6, 22-29

Después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la multitud, que estaba en la otra orilla del lago, se dio cuenta de que allí no había más que una sola barca y de que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que éstos habían partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste acá?" Jesús les contestó: "Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello".

Ellos le dijeron: "¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?" Respondió Jesús: "La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado".

Palabras del Santo Padre

La multitud escucha la invitación del Señor, pero no comprende el sentido —como nos sucede muchas veces también a nosotros— y le preguntan: «¿qué hemos de hacer para llevar a cabo las obras de Dios?» (v. 28). Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide cumplir los preceptos para obtener otros milagros como ese de la multiplicación de los panes. Es una tentación común, esta, de reducir la religión solo a la práctica de las leyes, proyectando sobre nuestra relación con Dios la imagen de la relación entre los siervos y su amo: los siervos deben cumplir las tareas que el amo les ha asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos todos. Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (v. 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consiste tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos. (Ángelus, 5 de agosto de 2018)


Vaticano
Tomado de: https://www.vaticannews.va/es/

Lectura del Día 02/05/2025

 

Lectura del Día

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

Hechos 5, 34-42

En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley y respetado por todo el pueblo, se levantó en el sanedrín, mandó que hicieran salir por un momento a los apóstoles y dijo a la asamblea:

“Israelitas, piensen bien lo que van a hacer con esos hombres. No hace mucho surgió un tal Teudas, que pretendía ser un caudillo, y reunió unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, dispersaron a sus secuaces y todo quedó en nada. Más tarde, en la época del censo, se levantó Judas el Galileo y muchos lo siguieron. Pero también Judas pereció y se desbandaron todos sus seguidores. En el caso presente, yo les aconsejo que no se metan con esos hombres; suéltenlos. Porque si lo que se proponen y están haciendo es de origen humano, se acabará por sí mismo. Pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes deshacerlo. No se expongan a luchar contra Dios”.

Los demás siguieron su consejo: mandaron traer a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús.

Y todos los días enseñaban sin cesar y anunciaban el Evangelio de Cristo Jesús, tanto en el templo como en las casas.

Evangelio del Día

Lectura del santo evangelio según san Juan 

Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”. Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?” Jesús le respondió: “Díganle a la gente que se siente”. En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.

Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: “Éste es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

Palabras del Santo Padre

El episodio surge de un hecho concreto: las personas están hambrientas y Jesús involucra a sus discípulos para que esta hambre se sacie. Este es el hecho concreto. A la multitud, Jesús no se limitó a donar esto —ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación, su vida—, pero ciertamente hizo también esto: se encargó del alimento para el cuerpo. El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz, y sobre todo de su gracia divina nunca falla. Jesús continúa también hoy quitando el hambre, haciéndose presencia viva que da consuelo, y lo hace a través de nosotros. Por lo tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y laboriosos, como aquel chico que se da cuenta de que tiene cinco panes y dice: «Yo doy esto, después tú verás…». Frente al grito de hambre —toda clase de «hambre»— de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos quedarnos como meros espectadores alejados y tranquilos. El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, requiere un generoso compromiso de solidaridad por los pobres, los débiles, los últimos, los indefensos. (Ángelus, 29 de julio de 2018)


Vaticano
Tomado de: https://www.vaticannews.va/es/

Lectura del Día 01/05/2025

 

Lectura del Día

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

Hechos 5, 27-33

En aquellos días, los guardias condujeron a los apóstoles ante el sanedrín, y el sumo sacerdote los reprendió, diciéndoles: "Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre".

Pedro y los otros apóstoles replicaron: "Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen".

Esta respuesta los exasperó y decidieron matarlos.

Evangelio del Día

Lectura del santo evangelio según san Juan

Juan 3, 31-36

"El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu.

El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él”.

Palabras del Santo Padre

“el que cree, tiene la vida eterna” Nos hace reflexionar. Esta palabra introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana, todos nosotros, y la persona de Jesús, donde el Padre juega un papel decisivo. (…) Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos. En cambio, la fe que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe. (Ángelus, 9 de agosto de 2015)


Vaticano
Tomado de: https://www.vaticannews.va/es/